que ya no existe nada
Al escuchar
esto el caballo me
miró profundamente y respiró; no sé si habrá
pensado. Tarde,
poco acalorada y nublada, me quedé con la
respiración entrecortada,
y fue ahí cuando, de repente, levantó su hocico húmedo, rasgado
por el tiempo, y putiamos juntos al capataz, quien atónito y
abrumado quedó cuando
escuchó putear al caballo (las cosas
dimensionales confunden, ¡puf!), que a patadas deletreo:
dónde no hubo habrá, sí, misterios, magia, lo que sea.
dónde no hubo habrá, sí, misterios, magia, lo que sea.
El tipo no
entendía nada. Nada, pero nada de nada. Entonces me
decidí y fui a
buscar a Pepe para que pudiera entender algo de toda esta bola de
incoherencias. Pepe
es bueno con eso. Muy, muy, pero muy bueno. Pero no hubo caso; seguía faltando
una sola palabra con
un poco de sentido. Sobraban
caritas y puntos suspensivos que inundaban
el aire de gestos grotescos, fuera de contexto.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario