El atardecer tiene sabores distintos

Una vez pensé en que quería ver todos los atardeceres. Que no se me escapara un día. A veces me acuerdo de haberlo pensado y sonrío. Es como cuando me empeñé con el techo de vidrio o incluso como cuando dormí todo el verano en la terraza. Hace un rato de eso.

A veces me entretengo pensando en cuánto realmente pasó desde entonces. No siento una distancia, no más tiempo que un parpadeo o un apretar los ojos.Los cierro, y ahí estoy otra vez, viviendo en el día que quería ver todos los atardeceres.

Vuelvo a pestañear. Ahora es cerca de “todo eso que pasó”, me doy cuenta por la luz grisácea, mas de invierno. Apenas un par de meses antes, más o menos a la misma hora.
Hay café negro en la mesita y vapor. No tengo un reloj pero sé que falta todavía para el atardecer. Lo estoy esperando. Tal vez saque alguna foto, por ahí salgo al balcón, no sé. Hay gotitas de humedad en la ventana. Toco una con mi dedo índice.

Primavera. Ahora ya es casi ese momento en que podrían ser las seis de la mañana. Sillón. Me pregunto si realmente los miraré todos, digo y si un día me canso, o si me parece cursi, o prefiero mirar la televisión o hago como que me olvido. No sé. Voy a salir ahora.

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