Hecho

El perro se puso a torear, por ahí melancólico, de a ratos desesperado, como torean los perros cuando hay alguien afuera. Siempre lo hacen, por cualquier cosa. De hecho, se repetía su teoría de que el perro planteado como guardián no existe. Los perros están en cautiverio. ¿Andá a saber a qué le ladra un perro?, pensó, pero igual se paró y fue hasta la entrada. No vio a nadie, pero el perro siguió ladrando. Había un brillo raro en el cielo, rojizo, y como que latía.

1 comentario:

  1. Cuando el rojo es cielo es viento para mañana, y cuando el perro ladra no muerde, pero algo presiente. ¿Una presencia? ¿La desgracia? Eso dice Ruben, el ferroviario de Almafuerte. Una vez, contó que el pichicho de un vecino estuvo casi tres días aullando y llorando. Nadie sabía qué le pasaba hasta que vinieron los hijos del dueño. Entraron a la casa y se encontraron al viejo durmiendo la mona eterna.
    Si el perro sigue ladrando, mejor apurar el paso.

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