Le gustaba

Le gustaba cantar cuando se bañaba. Aullaba boleros y hasta algún tango, sin ningún miedo a parecer ridículo. No le importaban los vecinos, ni que su oído fuera de roca. Le gustaba correr, antes corría seguido, por el parque o por el predio del laboratorio. Salía los jueves a la noche y los domingos, hasta que empezó a volver cansado del trabajo. Había perdido el ritmo, decía. Por eso, ya sin su espíritu aventurero empujándolo, decidió enriquecerse con otros placeres. Placeres como el tomate. Tanto le gustaba el tomate que se compró un cajón y luego dos más. Hizo salsas y sanguchitos capresse y los comió en soledad. 

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